Despertó bastante alterada, tenía la respiración sumamente agitada, el sueño definitivamente le alteró los nervios, mucho.
Normalmente ella no sufría de percances nerviosos, o bueno, eso hacia creer a todo el mundo, la gente que la conocía no sabia que tuviera alguna clase de trastorno mental o algo por el estilo, de hecho, muy poca gente sabía cosas de ella, es que ella no era lo que se dice una persona sumamente popular.
Era más bien, ¿rechazada?.
Sus compañeros no la querían mucho, decían que estaba completamente loca, que ella era técnicamente como un robot, sin sentimientos, buscando pasara lo que pasara la perfección, la perfección que anhelaba con tanto fervor, y que, por alguna extraña razón, nadie mas buscaba.
Ella realmente pensaba que la gente era mediocre, se conformaban con vidas sin sentido y carencias, sin perfección, todo hecho solo al aventón, sin la intención verdadera de sobresalir por sus acciones.
Bueno, eso era algo que Sophie no compartía con la sociedad, algo de las muchas cosas que ella, no compartía con la sociedad.
Quedo como pasmada en la cama, no parpadeaba, el sueño le había provocado algo, era un sueño inquietante.
Pero bueno, decidió mejor no tomarle mucha importancia.
Por fin se decidió a poner un pie fuera de la cama, saco la desnuda pierna de entre los edredones rosados, sintió el frió profundo en su piel, la cual muy rápidamente se erizó.
El frío le subía al cuerpo conforme mas se destapaba, esa era una mañana fría, claro está, la mañanas de invierno no son calidas, no invitan a salir de la cama, invitan mas a permanecer todo el día acostado, tapado y acurrucado.
Por fin tomo el valor suficiente como para destaparse por completo, vestía una bata rosa de dormir, la cual no ayudaba mucho a combatir el frío del exterior, tenia las piernas completamente erizadas, los brazos por igual, el cabello rizado y castaño le llegaba poco mas abajo de los hombros y su silueta delgada temblaba sin parar.
Tomó una bata de baño, igualmente rosada, abrió la puerta del baño de su recamara, entró en el y se encerró con seguro; abrió la llave de agua, esperando a que saliera caliente, mientras esperaba, se comenzaba a desvestir, sintió una ola de frío cuando se quito la pequeña bata rosa de dormir, poco a poco, esta sensación se fue extinguiendo, el baño comenzaba a llenarse de vapor, lo que significaba que el agua estaba caliente; por lo tanto, podía entrar a la regadera.
Entró en la hirviente regadera, sintió un choque de frío y calor, pero se adapto conforme se adentraba mas y mas en el agua, esta caía de forma suave, parecían trozos de nubes transparentes que, al chocar con el cuerpo de Sophie, se deshacían, formando mas trozos, un poco mas pequeños de nubes de agua.
Mientras Sophie se enjabonaba y se ponía el shampoo, comenzó a pensar en el extraño sueño que tuvo la noche anterior y que seguía dándole vueltas en la cabeza.
¿Que era esa extraña puerta?, nunca antes la había visto, era algo muy nuevo, algo que su mente nunca antes le había mostrado.
Harsharock, como en la mayoría de sus sueños, estaba presente, pero parecía enojado o triste en este, este era distinto a los otros, era algo que nunca antes había visto en un sueño, algo, que la hizo sentir... Extraña.
Extraña en el sentido de, bueno, nunca había tenido ningún sueño parecido a ese, la mayoría eran felices, inocentes, de hecho la gran mayoría eran bastante infantiles; pero este, este era distinto, era macabro, oscuro, gótico... Triste.
No se podía explicar el porque de un sueño tan diferente, es decir, un sueño así, no la ayudaría en lo mas mínimo.
Es que, bueno, la vida de Sophie es muy estresante y vive bajo muchísimas presiones, necesita de sus sueños felices e inocentes para poder sobrevivir sin volverse loca, necesita de esos sueños perfectos que son muy distintos a su realidad para poder mantener la cordura, los necesita por que son parte de su vida, son lo que mantiene su autoestima elevada, lo que la hacia sentir feliz entre tantas desgracias del mundo en el que vive, los sueños, son los que la hacen tener metas, querer seguir adelante, sin los sueños, pff!, no es nada.
Mientras reflexionaba sobre esto, se dio cuenta que su vida estaba técnicamente vacía sin los sueños, que su vida, era como una basura.
De sus ojos, brotaron pequeñas lagrimas, pequeñas gotas cristalinas y saladas, gotas que eran producto de su frustración, de su imperfección.
-No necesitas de esos sueños, puedes ser feliz sin esos sueños, tu vida es perfecta-
Se repetía mientas se enjuagaba y se quitaba los restos de shampoo de el cuerpo.
Respiro profundamente, cerró la llave del agua, tomo la bata rosa de baño y se envolvió por completo en esta.
Tomo la ropa que se quito para entrar a bañarse, la dobló perfectamente y salió del baño que estaba sumido en una ola de vapor caliente.
Justo cundo salió sintió una ola de frío que le abrazo por completo el cuerpo, tembló, el frío le subía por cada músculo, por cada nervio, por cada cabello de el cuerpo; dejo aun lado el frío que sentía y se dirigió rápidamente a su habitación, entró en la púrpura habitación y cerró la puerta detrás suyo, le puso el seguro y se dispuso a arreglarse.
Abrió uno de los blancos cajones de madera de su tocador, de donde sacó el uniforme de su escuela, era de un color azul rey, y la falda era de un tono gris oscuro, puso el uniforme en su cama aún destendida y abrió casi inmediatamente otro cajón, también del tocador, de donde sacó su ropa interior y las calcetas.
Se puso la ropa intima de forma rápida, casi en un parpadeo, pues hacia mucho frío como para tardar en ponerse la ropa.
Se puso la falda y la blusa, se colocó las calcetas y se puso el delgado suéter escolar; aplanó las arrugas de la falda y del suéter con las manos, se acomodó el cuello de la blusa y de dirigió al espejo.
Respiró profundamente, se vio directo a los ojos, desvió la mirada, vio sus enmarañados cabellos castaños, tomo un cepillo plateado y comenzó a aplacar la selva que estaba en su cabeza, dado que aun estaba húmedo, no le costo trabajo aplacarse; mientras pasaba el cepillo por su suave pelo, uno que otro delgado cabello se aferraba al cepillo, desprendiéndose de su cabeza con sutileza; tras varios movimientos repetitivos, logro que si cabello luciera de forma adecuada, con sutiles rizos alargados que le caían en los hombros.
Se sonrió, quedo satisfecha con su peinado.
Tomó el frasco de brillo labial, lo abrió, sintió el aroma a fresa artificial, acerco un poco la brocha a sus labios, se miró de nuevo a los ojos, una sensación de arrepentimiento y vergüenza le invadió en el momento en el que se vio sosteniendo el frasco de brillo, no consideraba que el uso de este fuera del todo correcto, además de que su madre, seguro la obligaría a limpiarse los labios en cuanto la viera, así que, ¿para que intentar lucir mejor?.
Frustrada por su incapacidad con el brillo labial, se puso las largas calcetas azules y los delgados y pequeños zapatos negros.
Se dio una última revisada en el espejo, todo en orden, los zapatos brillantes, las calcetas pulcras y bien acomodadas, la falda sin una sola arruga, el suéter, abrochado de la forma adecuada, plano y limpio, el cabello bien peinado, y la cara, natural, sin maquillaje ni labial.
Lucía bien, lucía perfecta.
O bueno, casi perfecta, no podía olvidar la sensación que la incapacidad de ponerse brillo labial le provocó.
Tomó la mochila donde llevaba los libros e la escuela, se la colgó en el hombro de forma que el tirante de esta se cruzara por su delgado cuerpo.
Caminó hacia la puerta, se dispuso a abrirla, pero antes, respiro profundamente, cerró los ojos, y se dijo:
“Tienes que estar perfecta”
Normalmente ella no sufría de percances nerviosos, o bueno, eso hacia creer a todo el mundo, la gente que la conocía no sabia que tuviera alguna clase de trastorno mental o algo por el estilo, de hecho, muy poca gente sabía cosas de ella, es que ella no era lo que se dice una persona sumamente popular.
Era más bien, ¿rechazada?.
Sus compañeros no la querían mucho, decían que estaba completamente loca, que ella era técnicamente como un robot, sin sentimientos, buscando pasara lo que pasara la perfección, la perfección que anhelaba con tanto fervor, y que, por alguna extraña razón, nadie mas buscaba.
Ella realmente pensaba que la gente era mediocre, se conformaban con vidas sin sentido y carencias, sin perfección, todo hecho solo al aventón, sin la intención verdadera de sobresalir por sus acciones.
Bueno, eso era algo que Sophie no compartía con la sociedad, algo de las muchas cosas que ella, no compartía con la sociedad.
Quedo como pasmada en la cama, no parpadeaba, el sueño le había provocado algo, era un sueño inquietante.
Pero bueno, decidió mejor no tomarle mucha importancia.
Por fin se decidió a poner un pie fuera de la cama, saco la desnuda pierna de entre los edredones rosados, sintió el frió profundo en su piel, la cual muy rápidamente se erizó.
El frío le subía al cuerpo conforme mas se destapaba, esa era una mañana fría, claro está, la mañanas de invierno no son calidas, no invitan a salir de la cama, invitan mas a permanecer todo el día acostado, tapado y acurrucado.
Por fin tomo el valor suficiente como para destaparse por completo, vestía una bata rosa de dormir, la cual no ayudaba mucho a combatir el frío del exterior, tenia las piernas completamente erizadas, los brazos por igual, el cabello rizado y castaño le llegaba poco mas abajo de los hombros y su silueta delgada temblaba sin parar.
Tomó una bata de baño, igualmente rosada, abrió la puerta del baño de su recamara, entró en el y se encerró con seguro; abrió la llave de agua, esperando a que saliera caliente, mientras esperaba, se comenzaba a desvestir, sintió una ola de frío cuando se quito la pequeña bata rosa de dormir, poco a poco, esta sensación se fue extinguiendo, el baño comenzaba a llenarse de vapor, lo que significaba que el agua estaba caliente; por lo tanto, podía entrar a la regadera.
Entró en la hirviente regadera, sintió un choque de frío y calor, pero se adapto conforme se adentraba mas y mas en el agua, esta caía de forma suave, parecían trozos de nubes transparentes que, al chocar con el cuerpo de Sophie, se deshacían, formando mas trozos, un poco mas pequeños de nubes de agua.
Mientras Sophie se enjabonaba y se ponía el shampoo, comenzó a pensar en el extraño sueño que tuvo la noche anterior y que seguía dándole vueltas en la cabeza.
¿Que era esa extraña puerta?, nunca antes la había visto, era algo muy nuevo, algo que su mente nunca antes le había mostrado.
Harsharock, como en la mayoría de sus sueños, estaba presente, pero parecía enojado o triste en este, este era distinto a los otros, era algo que nunca antes había visto en un sueño, algo, que la hizo sentir... Extraña.
Extraña en el sentido de, bueno, nunca había tenido ningún sueño parecido a ese, la mayoría eran felices, inocentes, de hecho la gran mayoría eran bastante infantiles; pero este, este era distinto, era macabro, oscuro, gótico... Triste.
No se podía explicar el porque de un sueño tan diferente, es decir, un sueño así, no la ayudaría en lo mas mínimo.
Es que, bueno, la vida de Sophie es muy estresante y vive bajo muchísimas presiones, necesita de sus sueños felices e inocentes para poder sobrevivir sin volverse loca, necesita de esos sueños perfectos que son muy distintos a su realidad para poder mantener la cordura, los necesita por que son parte de su vida, son lo que mantiene su autoestima elevada, lo que la hacia sentir feliz entre tantas desgracias del mundo en el que vive, los sueños, son los que la hacen tener metas, querer seguir adelante, sin los sueños, pff!, no es nada.
Mientras reflexionaba sobre esto, se dio cuenta que su vida estaba técnicamente vacía sin los sueños, que su vida, era como una basura.
De sus ojos, brotaron pequeñas lagrimas, pequeñas gotas cristalinas y saladas, gotas que eran producto de su frustración, de su imperfección.
-No necesitas de esos sueños, puedes ser feliz sin esos sueños, tu vida es perfecta-
Se repetía mientas se enjuagaba y se quitaba los restos de shampoo de el cuerpo.
Respiro profundamente, cerró la llave del agua, tomo la bata rosa de baño y se envolvió por completo en esta.
Tomo la ropa que se quito para entrar a bañarse, la dobló perfectamente y salió del baño que estaba sumido en una ola de vapor caliente.
Justo cundo salió sintió una ola de frío que le abrazo por completo el cuerpo, tembló, el frío le subía por cada músculo, por cada nervio, por cada cabello de el cuerpo; dejo aun lado el frío que sentía y se dirigió rápidamente a su habitación, entró en la púrpura habitación y cerró la puerta detrás suyo, le puso el seguro y se dispuso a arreglarse.
Abrió uno de los blancos cajones de madera de su tocador, de donde sacó el uniforme de su escuela, era de un color azul rey, y la falda era de un tono gris oscuro, puso el uniforme en su cama aún destendida y abrió casi inmediatamente otro cajón, también del tocador, de donde sacó su ropa interior y las calcetas.
Se puso la ropa intima de forma rápida, casi en un parpadeo, pues hacia mucho frío como para tardar en ponerse la ropa.
Se puso la falda y la blusa, se colocó las calcetas y se puso el delgado suéter escolar; aplanó las arrugas de la falda y del suéter con las manos, se acomodó el cuello de la blusa y de dirigió al espejo.
Respiró profundamente, se vio directo a los ojos, desvió la mirada, vio sus enmarañados cabellos castaños, tomo un cepillo plateado y comenzó a aplacar la selva que estaba en su cabeza, dado que aun estaba húmedo, no le costo trabajo aplacarse; mientras pasaba el cepillo por su suave pelo, uno que otro delgado cabello se aferraba al cepillo, desprendiéndose de su cabeza con sutileza; tras varios movimientos repetitivos, logro que si cabello luciera de forma adecuada, con sutiles rizos alargados que le caían en los hombros.
Se sonrió, quedo satisfecha con su peinado.
Tomó el frasco de brillo labial, lo abrió, sintió el aroma a fresa artificial, acerco un poco la brocha a sus labios, se miró de nuevo a los ojos, una sensación de arrepentimiento y vergüenza le invadió en el momento en el que se vio sosteniendo el frasco de brillo, no consideraba que el uso de este fuera del todo correcto, además de que su madre, seguro la obligaría a limpiarse los labios en cuanto la viera, así que, ¿para que intentar lucir mejor?.
Frustrada por su incapacidad con el brillo labial, se puso las largas calcetas azules y los delgados y pequeños zapatos negros.
Se dio una última revisada en el espejo, todo en orden, los zapatos brillantes, las calcetas pulcras y bien acomodadas, la falda sin una sola arruga, el suéter, abrochado de la forma adecuada, plano y limpio, el cabello bien peinado, y la cara, natural, sin maquillaje ni labial.
Lucía bien, lucía perfecta.
O bueno, casi perfecta, no podía olvidar la sensación que la incapacidad de ponerse brillo labial le provocó.
Tomó la mochila donde llevaba los libros e la escuela, se la colgó en el hombro de forma que el tirante de esta se cruzara por su delgado cuerpo.
Caminó hacia la puerta, se dispuso a abrirla, pero antes, respiro profundamente, cerró los ojos, y se dijo:
“Tienes que estar perfecta”
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